En la primavera de 1,943 el presidente Roosevelt y su gabinete se
encontraban ciertamente preocupados. Estaba resultando difícil
convencer al pueblo americano de la necesidad de intervenir en la
guerra. El traicionero ataque nipón a Pearl Harbor, y la torpe
decisión de Hitler de declarar 4 días mas tarde la guerra a los Estados
Unidos no había galvanizado al pueblo para colaborar en el gran
esfuerzo bélico necesario para obtener la victoria. Todavía en tan
tardías fechas la opinión publica, al contrario de lo que generalmente
se piensa, estaba mayoritariamente en contra de la intervención, tal
como indicaban las encuestas de la época.
En parte, este estado de opinión se debía a que, a diferencia de la
mayoría de los países europeos, no conocía de primera mano lo que estaba
sucediendo a miles de kilómetros de su país. El hambre, el dolor y la
muerte quedaban muy lejos y esa distancia del frente no ayudaba a
cambiar su forma de pensar. Para empeorar las cosas las imágenes e
informaciones, el único vinculo con la guerra, se les habían ocultado o
suavizado hasta distorsionarlas. Roosevelt decidió borrar la línea
psicológica entre el frente y casa. Los sacrificios con sangre pagados
por los soldados debían ser igualados por el pueblo con su trabajo, ya
que era evidente que iba ser una guerra de producción. Mientras mayor
fuera, antes terminaría la guerra y menos soldados morirían. Se
decidió, pues, que no se le iba a ahorrar al pueblo la verdad de una
guerra total, estableciéndose la política de la “realidad restringida”.
Esta consistió entre otras cosas, en enseñar más documentales sobre la
participación estadounidense y, además, autorizar la publicación de
imágenes de soldados muertos en combate, hasta el momento prohibidas,
pero con la salvedad de que no fuesen demasiado explícitas y de ocultar
sus caras para no ofender a los familiares. Con informaciones más
realistas de lo que estaba ocurriendo, esta distancia desaparecería.
La cobertura fotográfica del primer encuentro del ejercito
estadounidense con los alemanes en el norte de África había sido
decepcionante por su baja calidad y escasez. Los mandos no se explicaban
que mientras los británicos habían hecho un excelente documental sobre
la campaña africana, Desert Victory (Victoria en el desierto), el
estadounidense In the front of north africa ( En el frente del norte de
África) había sido muy deficiente y no iba a contribuir a la política
acercar la guerra al pueblo. Los oficiales de las unidades de
fotógrafos intentaban explicar a los mandos las razones de esta
situación por la constante falta de personal y equipo así como la mala
suerte causada por el hundimiento del barco de transporte que llevaba la
mayoría de los rollos de foto y película tomados en aquélla batalla.
La campaña de Italia comenzó en septiembre de 1,943 y representaba la
oportunidad para enmendarse. Ante la presión de obtener buenas
imágenes, el oficial de mayor graduación del Signal Corps en el teatro
de África, el coronel Melvin Gillette, solicitó que le fuese enviado
más material y sobre todo directores y guionistas de renombre.
Enviaron a John Huston.
San Pietro era un pequeño pueblo italiano situado a la entrada del
valle Liri, en torno a la carretera que comenzaba en el río Volturno y
que atravesaba Cassino, llegando a Roma. Si los aliados querían llegar a
la ciudad eterna, tenían que atravesar este valle, y el pueblo que lo
dominaba. El general Kesselring había recibido ordenes de Hitler de
detener a los aliados en Italia. Gran estratega de la guerra defensiva,
aprovechó los múltiples ríos y montañas que salpican la península para
constituir un sistema de líneas de defensa móviles, lo que ralentizó
peligrosamente el avance de los ejércitos británicos y estadounidenses.
En este contexto, la zona de San Pietro se convirtió en parte de la
línea de invierno, punto desde el cual podían hostigar a las fuerzas
atacantes desde el pueblo, el monte Sammucro, dos picos gemelos (cima
1205 y 950) al noreste, y el monte Lungo (cima 351) al oeste. La tarea
de tomar el pueblo y alrededores estuvo a cargo de la 36 división de
infantería, que consistía en tres regimientos (141, 142 y 143) formados
cada uno por tres batallones, un total de unos 9,700 hombres. Otras
unidades asignadas a esta división para la batalla fueron el 11º
batallón de ingenieros y cuatro baterías de artillería, así como el 3er
Batallón de rangers y el 752º de carros. Como refuerzo, se enviaron
también la 504ª brigada paracaidista, la 1ª brigada motorizada
italiana (la primera fuerza transalpina que iba a luchar contra sus
antiguos aliados) además de la 1ª S.S.F. (fuerza de servicios
especiales). Esta última estaba formada por estadounidenses y
canadienses especialmente seleccionados, entrenados para la guerra en
las montañas y sabotajes tras las líneas enemigas, siendo bautizada por
los alemanes “la brigada del diablo” tras sus primeros enfrentamientos.
La batalla en sí comenzó el 8 de diciembre y consistió en una serie de
pequeñas escaramuzas intentando empujar a los alemanes hacia el norte, a
San Vittore. El 1er batallón del regimiento 143 tomó la cima 1205 y
el 3º de rangers la cima 950. La 504 brigada de paracaidistas se
encargó de reforzar la primera ante los furiosos contraataques de los
alemanes. La toma de la cima 351 se le encomendó a la 1ª brigada
motorizada italiana, quedando pulverizada en su esfuerzo infructuoso
por conquistarla. Al mismo tiempo, se enviaron los batallones 2º y 3º
del regimiento 143 para efectuar un ataque directo al pueblo a través
de los campos de olivos, siendo destrozados por el fuego de los
defensores. El 15 de diciembre se hizo un nuevo intento de tomarlo a
cargo de los mismos batallones y con la ayuda del 752 de carros. Al
mismo tiempo, el regimiento 142 tomaría la cima 351. Aunque esto último
se consiguió, el ataque directo al pueblo constituyó un nuevo fracaso,
quedando el batallón de carros destrozado en su intento de penetración,
salvándose solo 4 de los 16 que iniciaron el ataque. Ante la toma de
las dos cimas que lo rodeaban, el día 17 los alemanes se replegaron
ordenadamente 5 kilómetros al norte, constituyendo una nueva línea de
defensa. La batalla de San Pietro fue, pues, una victoria pírrica para
los estadounidenses.
El documental que Huston produjo impresionó a la audiencia y fue
ensalzado por la critica. Entre las escenas más espectaculares se
encuentran la de los soldados defendiendo la cima 1205, con
explosiones de granadas que caen a pocos metros del operador sacudiendo
violentamente la cámara, las dramáticas imágenes de la
tropa avanzando por los campos de olivos y la entrada al pueblo
después de ser abandonado por los alemanes, con los soldados
inspeccionando cautelosamente con la bayoneta calada. También impactan
las imágenes de los habitantes saliendo de sus refugios después de la
batalla, y aquélla la que los soldados rescatan de entre los
escombros el cuerpo de una mujer ante la mirada del desconsolado marido.
Se considera como uno de los ejemplos más realistas de la vida del
soldado de infantería y de la crudeza del frente italiano. Según la
critica, los camarógrafos se habían jugado la vida para mostrar, como no
se había hecho nunca, el precio de una victoria. Todavía hoy, en
textos de especialistas en documentales bélicos se considera uno de los
mejores de este conflicto e incluso en el libro oficial de la historia
de la 36 división de infantería - y en su pagina oficial de Internet -
se la menciona como un ejemplo de la lucha de la que tomaron parte.
Pero San Pietro no muestra la autentica batalla. Después de los primeros visionados, en los que solo se puede ver una visión de conjunto, se van advirtiendo pequeños detalles en los que se atisba, al menos, una sospecha en cuanto a la autenticidad de muchos fragmentos. Una observación mas detallada confirma que la mayoría de las tomas no fueron hechas en combate. Cuando se han visto cientos de horas de escenas de este tipo, filmadas en todos los frentes y circunstancias, se adquiere una habilidad para intuir si lo que se observa es real o preparado.
Pero San Pietro no muestra la autentica batalla. Después de los primeros visionados, en los que solo se puede ver una visión de conjunto, se van advirtiendo pequeños detalles en los que se atisba, al menos, una sospecha en cuanto a la autenticidad de muchos fragmentos. Una observación mas detallada confirma que la mayoría de las tomas no fueron hechas en combate. Cuando se han visto cientos de horas de escenas de este tipo, filmadas en todos los frentes y circunstancias, se adquiere una habilidad para intuir si lo que se observa es real o preparado.
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