
Al comienzo de la II guerra mundial no existía ninguna cámara de foto o 
cine diseñada específicamente para el combate. Los técnicos  buscaron 
aquellas que fuesen mas apropiadas en el mercado civil.
  
En los Estados Unidos eligieron la SPEED GRAPHIC, de la firma Graflex, usada durante los años treinta por los reporteros gráficos. Cargaba película en blanco y negro de 4x5 pulgadas, tamaño estándar para el ejercito. Se consideró que era la más conveniente, y sobre todo de la que más cantidades había disponibles. Los británicos también la usaron, aunque menos que la Super Ikonta 2, de las cuales se compró apresuradamente un lote a Turquía al comenzar el conflicto. Existían otras, como Rolleiflex y Contax, pero eran mucho mas delicadas en condiciones de combate y complicadas de manejar que las Speed Graphic
 
En los Estados Unidos eligieron la SPEED GRAPHIC, de la firma Graflex, usada durante los años treinta por los reporteros gráficos. Cargaba película en blanco y negro de 4x5 pulgadas, tamaño estándar para el ejercito. Se consideró que era la más conveniente, y sobre todo de la que más cantidades había disponibles. Los británicos también la usaron, aunque menos que la Super Ikonta 2, de las cuales se compró apresuradamente un lote a Turquía al comenzar el conflicto. Existían otras, como Rolleiflex y Contax, pero eran mucho mas delicadas en condiciones de combate y complicadas de manejar que las Speed Graphic
Las mejores cámaras eran  las alemanas, siendo la elegida como 
cámara oficial de la  Propaganda Kompanien,  cuerpo de fotógrafos 
militares de este país,  la Leica 3C. Para los aliados su formato de 35 
mm era problemático,  ya que los negativos eran difíciles de manejar y 
archivar.  Las fotos debían ampliarse varias veces, y esto implicaba que
 la imagen aparecía demasiado granulada, especialmente poco recomendable
 para fotografía estratégica.  Por el contrario, las reproducciones de 
4X5 no necesitaban ser ampliadas o a lo sumo ampliarse x2 sin perder la 
resolución. Esto no quiere decir que los fotógrafos no llevaran cámaras 
de 35mm, pero eran utilizadas bien para uso personal, o cuando no era 
posible disponer de otras. 
Lo anterior no supone que la SPEED GRAPHIC fuese la cámara ideal.  El 
principal problema era su peso (más de 4 kilos con el cartucho de 12 
exposiciones), lo que convertía una caminata  en un tormento,  y su 
tamaño que, como hemos explicado antes, hacía difícil al operador 
esconderse en un pequeño agujero junto con su cámara. Además,  tenía 
muchas partes metálicas, cuyo brillo delataba fácilmente la posición del
 operador. Los cartuchos eran complicados de cargar y al tener un único 
lente gran angular, había que ponerse casi encima del  motivo a 
fotografiar si se necesitaba un primer plano. Las partes de cuero tenían
 tendencia a enmohecerse y caerse a trozos en condiciones de lluvia y 
humedad.
En cuanto a las cámaras de cine, la mas usada fue la Eyemo, de la firma Bell&Howell. Al final de la guerra se estimó que esta había filmado más del 90% de las escenas de combate estadounidenses. La película que se designó como estándar fue la de 35 mm, ya que no debía ser modificada para las pantallas de cine, se podía revelar fácilmente y se adaptaba mejor a condiciones de poca luz. Existían varios modelos, unos con un único lente otros con una torreta de tres lentes. La mayoría tenían un sistema de resortes para hacer funcionar el motor de arrastre de la película, y aunque también existía una versión con motor que funcionaba con una batería de 24 voltios, se descartó por su peso, ya que el operador debía cargar una mochila exclusivamente para llevarla.
 
En este caso también existían otros modelos, siendo una de las mejores la Arriflex alemana, así como la DeVry y Akeley.
En cuanto a las cámaras de cine, la mas usada fue la Eyemo, de la firma Bell&Howell. Al final de la guerra se estimó que esta había filmado más del 90% de las escenas de combate estadounidenses. La película que se designó como estándar fue la de 35 mm, ya que no debía ser modificada para las pantallas de cine, se podía revelar fácilmente y se adaptaba mejor a condiciones de poca luz. Existían varios modelos, unos con un único lente otros con una torreta de tres lentes. La mayoría tenían un sistema de resortes para hacer funcionar el motor de arrastre de la película, y aunque también existía una versión con motor que funcionaba con una batería de 24 voltios, se descartó por su peso, ya que el operador debía cargar una mochila exclusivamente para llevarla.
En este caso también existían otros modelos, siendo una de las mejores la Arriflex alemana, así como la DeVry y Akeley.
Las empresas comenzaron un programa de fabricación de cámaras, pero 
construir las maquinas adicionales costó mucho    tiempo y dinero y no 
cubrieron las necesidades del momento, ya que los materiales necesarios 
para fabricarlas también se requerían para  el equipo bélico,  como  
ópticas de cañones y miras,  dándose  prioridad a estos. En 1,942 se 
desarrolló una cámara específicamente diseñada para combate, La 
Cunningham Combat Camera.  Era muy ligera, ya que estaba hecha 
prácticamente en su totalidad de magnesio, excepto las partes mas 
delicadas que eran de acero.  Tenia un resistente sistema de lentes a 
prueba de moho y agua, y cintas de agarre que permitían manejarla a 
pulso más fácilmente. El motor funcionaba eléctricamente, con una 
pequeña pila incorporada y cargaba un rollo de 122 metros de película 
con un sistema de recargado muy sencillo. Desgraciadamente, no llegó a 
distribuirse entre las unidades hasta los últimos meses de la guerra.
  
Pero excepto esta última, ninguna de ellas tenían grandes ventajas sobre
 la Eyemo, presentando los mismos problemas, siendo su peso  el 
principal. El operador debía cargarla  con un rollo de 30.5 metros (100 
pies) de película de casi dos kilos, además de llevar una mochila con al
 menos 10 rollos. Cada rollo  permitía filmar 1 minuto y 15 segundos 
aproximadamente, pero dar cuerda a la cámara manualmente permitía filmar
 poco mas de 45 segundos, así que había repetir la operación  tres veces
 (se tardaban unos 15 segundos en dar cuerda) para utilizar la totalidad
 del rollo, dejando solo 15 segundos en la ultima carga. Este problema 
suponía que la cámara se detenía en los momentos más inoportunos, y 
explica porque en algunos documentales vemos que en lo más interesante 
de un plano, este se corta bruscamente.   Los camarógrafos aseguraban 
que invariablemente se les acababa la cuerda o  la película justo cuando
 ocurría algo interesante delante de ellos. El caso más curioso le 
ocurrió a uno de la marina en el Pacifico. Se encontraba  filmando un 
ataque de pilotos Kamikaze cuando vio a lo lejos un A6M Cero picando 
para lanzarse contra un barco que se encontraba cerca del suyo. Comenzó a
 filmar y  siguió toda la trayectoria del caza con su cámara. Justo al 
llegar a  la altura  de la cubierta, se acabó la cuerda. La 
desesperación y rabia fueron tales que comenzó a gritar y jurar, y casi 
lanza la cámara por la borda. Incluso un oficial que se encontraba 
alrededor se acercó corriendo al verle pensando que alguien había 
muerto. 
Las complicaciones  continuaban a la hora de cambiar el rollo de 
película. Llevaban una bolsa especial que tenía dos agujeros para los 
brazos que no permitían la entrada de luz. Trabajando a ciegas, debían 
introducir  la cámara  y el  rollo dentro de la bolsa, sacar el rollo 
expuesto, meterlo en la lata, embalarlo con  papel negro para que no se 
velara, sacar uno nuevo  e introducirlo por los complicados mecanismos 
de arrastre hasta dejar la cámara lista. Cuando la sacaban de la bolsa, 
rogaban a Dios  que lo hubieran hecho bien, cosa que no se podía 
comprobar hasta que comenzaba a filmar. Solo la gran pericia y 
conocimiento del equipo  hizo superar estos graves problemas. 
La imposibilidad de usar trípodes en el frente, implicaba que debían sujetar la cámara a pulso, lo que producía terribles oscilaciones que todos hemos visto en muchas escenas de combate. Cuando la situación lo permitía, se apoyaban en árboles o rocas para procurarse mayor estabilidad y algunos, usando el ingenio, adaptaron culatas de fusil a las cámaras para sujetarlas mejor.
La imposibilidad de usar trípodes en el frente, implicaba que debían sujetar la cámara a pulso, lo que producía terribles oscilaciones que todos hemos visto en muchas escenas de combate. Cuando la situación lo permitía, se apoyaban en árboles o rocas para procurarse mayor estabilidad y algunos, usando el ingenio, adaptaron culatas de fusil a las cámaras para sujetarlas mejor.
Los camarógrafos asignados a la fuerza aérea utilizaron, entre otras,  
una curiosa cámara eléctrica, llamada G.S.A.P. (gun sight aiming point) 
de 16 mm que se adaptaba a las alas de los cazas. Las más espectaculares
 escenas que hemos visto de combates aéreos o ataques a objetivos 
terrestres, como la famosa escena filmada durante la batalla de 
Normandía, donde aparece un caza atacando a un tren haciendo  explotar  
la locomotora entre una gran nube de humo, se consiguieron con estas 
cámaras. Estaban preparadas para funcionar a gran altitud con un sistema
 de calefacción de las lentes y conectadas al gatillo de las 
ametralladoras de tal forma que  comenzaban a filmar cuando estas 
disparaban y se detenían a los pocos segundos del ultimo disparo.  Se 
hicieron muy populares entre los pilotos, ya que eran una prueba física 
de la destrucción de un  enemigo, sobre todo en las en ocasiones en las 
que, sin testigos del hecho, no había otra forma de confirmar un 
derribo. Algunos se preocupaban mas de la puesta a punto de la cámara 
que de su propio avión.  Asimismo supusieron una inestimable ayuda a los
 novatos para el aprendizaje de las técnicas de maniobra y ataque aéreo. 
Por último diremos que tanto los fotógrafos como los  camarógrafos 
tenían un problema común. Rara vez podían ver el trabajo que habían 
hecho. Enviaban las películas al laboratorio y de allí  a los mandos 
para ser pasadas por la censura y luego distribuidas entre las agencias 
militares y civiles. Esto suponía que no les era posible evaluar las 
imágenes que habían hecho excepto en los pocos casos en los que recibían
 un permiso de descanso. No podían estudiar, criticar o refinar sus 
técnicas basándose en la experiencia y esto contribuía, por tanto, a 
disminuir la moral y el entusiasmo en su misión.















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