Cuando comenzó la II Guerra Mundial, Se aceleró el proceso de
reclutamiento de personal para las unidades de camarógrafos de combate.
Los británicos crearon la Oficina de Información para canalizar el
esfuerzo fotográfico poco tiempo antes de romperse las hostilidades.
Ante al multiplicidad de frentes, pronto se hizo evidente la necesidad
de aumentar los efectivos dedicados a documentar las campañas que
tenían lugar en casi todas las partes del mundo. Se consideró que
para reducir el tiempo de entrenamiento, se emplearían aquellos que en
la vida civil hubieran sido fotógrafos o estuviesen relacionados con
trabajos de este tipo. A pesar de ello, no fueron suficientes para
cubrir todos los frentes, por lo que se establecieron escuelas, muchas
veces en colaboración con empresas, como Eastman-Kodak y Life en los
E.E.U.U o los estudios Pinewood en Inglaterra.
El mando estimó que no solo era necesario enseñar a los soldados a manejar una cámara de foto o cine, sino que se requería primero un entrenamiento militar. En este punto existieron grandes tensiones entre los fotógrafos y el ejercito, explicables por la naturaleza misma de los cuerpos de fotografía de combate. A diferencia de un infante, estos hombres eran tres cosas a la vez: soldados, técnicos y artistas. La disciplina castrense les resultaba engorrosa y desesperante. No soportaban el día a día de la vida militar en retaguardia, los saludos, las marchas, etc. Su mentalidad individualista chocaba con las múltiples regulaciones a los que estaban sometidos. Hay que pensar que la mayoría de ellos tenia una media mas alta de preparación que el resto de soldados. Muchos tenían estudios superiores o eran universitarios. Los militares de carrera tenían recelo de unos “listillos” que creían saberlo todo y se resistían a someterse a la disciplina. Pensaban que eran un cuerpo más del ejercito, que eran primero soldados y después fotógrafos. Sabían por experiencia que ningún estudio universitario les iba a ser de gran ayuda en el frente, y que solo si sabían comportarse como soldados, podrían sobrevivir. Asimismo pensaban que solamente aprendiendo las técnicas del combatiente, podrían hacer su trabajo mejor. Solo conociendo el orden de batalla, las tácticas y procedimientos militares, se podrían producir fotos y películas de combate que tuvieran algún valor.
El mando estimó que no solo era necesario enseñar a los soldados a manejar una cámara de foto o cine, sino que se requería primero un entrenamiento militar. En este punto existieron grandes tensiones entre los fotógrafos y el ejercito, explicables por la naturaleza misma de los cuerpos de fotografía de combate. A diferencia de un infante, estos hombres eran tres cosas a la vez: soldados, técnicos y artistas. La disciplina castrense les resultaba engorrosa y desesperante. No soportaban el día a día de la vida militar en retaguardia, los saludos, las marchas, etc. Su mentalidad individualista chocaba con las múltiples regulaciones a los que estaban sometidos. Hay que pensar que la mayoría de ellos tenia una media mas alta de preparación que el resto de soldados. Muchos tenían estudios superiores o eran universitarios. Los militares de carrera tenían recelo de unos “listillos” que creían saberlo todo y se resistían a someterse a la disciplina. Pensaban que eran un cuerpo más del ejercito, que eran primero soldados y después fotógrafos. Sabían por experiencia que ningún estudio universitario les iba a ser de gran ayuda en el frente, y que solo si sabían comportarse como soldados, podrían sobrevivir. Asimismo pensaban que solamente aprendiendo las técnicas del combatiente, podrían hacer su trabajo mejor. Solo conociendo el orden de batalla, las tácticas y procedimientos militares, se podrían producir fotos y películas de combate que tuvieran algún valor.
Después del entrenamiento, en la mayoría de los casos más corto que
el de los reclutas normales, se impartía un curso básico de fotografía
y mecánica de todos los equipos que iban a utilizar. Dependiendo del
resultado obtenido en ellos, se asignaba a los alumnos a la división de
fotografía fija, cinematografía o laboratorio de revelado. En los dos
primeros casos, se enseñaban aspectos más prácticos como aprender a
cargar y llevar el equipo en pistas de obstáculos, un curso rápido de
revelado o discernir las condiciones de luz sin la ayuda de medidores.
A los camarógrafos se les asignaban trabajos de filmación de
entrenamientos de infantería o de carros de combate, para que pudieran
reproducir las condiciones en las que iban a trabajar. Aprendían a
editar y montar películas para ver la importancia de filmar en
diferentes ángulos y con distintas lentes. Se proyectaban películas de
combate y se hacían criticas sobre ellas, anotando lo que se debía o no
hacer, y se mantenían reuniones con veteranos camarógrafos de permiso.
Todo lo anterior se complementaba con un aprendizaje más concreto
dependiendo del destino, que podía ser al ejercito, a la fuerza aérea o
la marina. Sin embargo, el férreo entrenamiento no impidió que se
produjeran muchos errores en las fotos y filmaciones de combate, como
excesivo movimiento de cámara, exceso de metraje, sobreexposiciónes,
falta de continuidad en las imágenes, etc. Solo disculpable por el
valor documental que poseen hoy en día.
La insignificante isla de Iwo Jima se encuentra perdida en el Océano pacifico, entre las Marianas y Japón. Y seguramente hubiera seguido siendo insignificante no ser por un grupo de hombres que se encontraban en una pequeña cima de esa isla el 23 de febrero de 1.945. Iwo era el siguiente eslabón en la invasión de pequeñas fortificaciones que acercaría a los estadounidenses hacia el objetivo final: Japón. Con su pequeño aeródromo, iba a servir como base indispensable de los bombarderos americanos. Tierra llana de arena negra e increíblemente fina, como ceniza, de casi nueve kilómetros de longitud y cinco de anchura; en el extremo suroeste se eleva un pequeño volcán de unos doscientos metros de altura, El monte Suribachi. En el centro y este, cocoteros y palmeras y lo más importante, el aeródromo japonés. El subsuelo era un aglomerado de cuevas y troneras armadas de ametralladoras y cañones.
La insignificante isla de Iwo Jima se encuentra perdida en el Océano pacifico, entre las Marianas y Japón. Y seguramente hubiera seguido siendo insignificante no ser por un grupo de hombres que se encontraban en una pequeña cima de esa isla el 23 de febrero de 1.945. Iwo era el siguiente eslabón en la invasión de pequeñas fortificaciones que acercaría a los estadounidenses hacia el objetivo final: Japón. Con su pequeño aeródromo, iba a servir como base indispensable de los bombarderos americanos. Tierra llana de arena negra e increíblemente fina, como ceniza, de casi nueve kilómetros de longitud y cinco de anchura; en el extremo suroeste se eleva un pequeño volcán de unos doscientos metros de altura, El monte Suribachi. En el centro y este, cocoteros y palmeras y lo más importante, el aeródromo japonés. El subsuelo era un aglomerado de cuevas y troneras armadas de ametralladoras y cañones.
El desembarco se produjo el día 19 de febrero de 1.945 en la playa
Futatsune, en el sudoeste, cerca del monte Suribachi, cuyo nombre en
clave para esta operación fue “Hotrocks” (piedras calientes), aunque
pronto los soldados le pusieron un nombre más apropiado: Monte plasma.
Se había previsto que seria tomada y asegurada en cinco días, pero el
día D las tropas no habían franqueado ni siquiera la cuarta parte de
la distancia prevista para aquel día, lo que proporciona una idea clara
de la tenacidad de los defensores japoneses.
Esta operación fue probablemente la mas planeada desde el punto de vista fotográfico de toda la guerra, y, sin embargo, la foto más famosa se tomó por casualidad. Varias semanas antes del asalto anfibio el comandante McClain, oficial a cargo de fotografía de la marina, tuvo acceso a los planes del ataque. Esto permitió una cuidada planificación de la actividad de los fotógrafos. Se celebró una reunión en Honolulu para coordinar a los fotógrafos de la U.S. Navy y de los marines. Estuvieron presentes los de la 3ª, 4ª, y 5ª división de marines, y se decidió que con el fin de evitar la duplicidad y cubrir todos los aspectos del desembarco se distribuyera el trabajo de las operaciones en el frente, de los prisioneros y del trabajo del batallón de médicos. A otro equipo se le dio libertad para ir donde consideraran mas apropiado.
Esta operación fue probablemente la mas planeada desde el punto de vista fotográfico de toda la guerra, y, sin embargo, la foto más famosa se tomó por casualidad. Varias semanas antes del asalto anfibio el comandante McClain, oficial a cargo de fotografía de la marina, tuvo acceso a los planes del ataque. Esto permitió una cuidada planificación de la actividad de los fotógrafos. Se celebró una reunión en Honolulu para coordinar a los fotógrafos de la U.S. Navy y de los marines. Estuvieron presentes los de la 3ª, 4ª, y 5ª división de marines, y se decidió que con el fin de evitar la duplicidad y cubrir todos los aspectos del desembarco se distribuyera el trabajo de las operaciones en el frente, de los prisioneros y del trabajo del batallón de médicos. A otro equipo se le dio libertad para ir donde consideraran mas apropiado.
Se estableció un sistema para que todas las fotos y película se
enviaran lo mas rápidamente posible a los laboratorios de revelado.
También se facilitó todo el equipo fotográfico necesario, sin
restricciones, algo que no ocurría en otros frentes. Otra novedad
consistió en que los marines utilizaron casi exclusivamente equipo de
filmación de 16 mm en color, a diferencia del clásico blanco y negro de
35mm. En total se asignaron a la operación unos 60 camarógrafos, además
de los civiles. Uno de estos últimos era Joseph Rosenthal, de
Associated Press. Pasó a la posteridad por una imagen que algunos
consideran la mejor foto de guerra de la historia. Aunque la
aseveración puede ser discutible, lo cierto es que la escena de los
marines izando la bandera estadounidense en el monte Suribachi,
representa todo lo que debe ser una foto de guerra y ha sido la mas
reproducida en periódicos y primeras paginas de revistas. Obtuvo el
premio Pulitzer del año 1,945.
La invasión fue retransmitida por la radio en directo, y tuvo un especial impacto en el pueblo estadounidense. La toma del monte Suribachi el 23 de febrero, aunque no suponía todavía la victoria, elevó la moral de las tropas que luchaban y les empujó a seguir adelante. Iwo Jima no se declaró oficialmente conquistada hasta el 17 de marzo, habiendo sido necesarios 26 días para recorrer menos de 9 kilómetros. Costó a los japoneses 21.000 muertos y a los estadounidenses 4.189, 441 desaparecidos y 15.208 heridos. Se habían utilizado 40.000 toneladas de bombas y granadas para eliminar a los japoneses (casi 2.000 kilos de explosivos por japonés).
La invasión fue retransmitida por la radio en directo, y tuvo un especial impacto en el pueblo estadounidense. La toma del monte Suribachi el 23 de febrero, aunque no suponía todavía la victoria, elevó la moral de las tropas que luchaban y les empujó a seguir adelante. Iwo Jima no se declaró oficialmente conquistada hasta el 17 de marzo, habiendo sido necesarios 26 días para recorrer menos de 9 kilómetros. Costó a los japoneses 21.000 muertos y a los estadounidenses 4.189, 441 desaparecidos y 15.208 heridos. Se habían utilizado 40.000 toneladas de bombas y granadas para eliminar a los japoneses (casi 2.000 kilos de explosivos por japonés).
Rosenthal cuenta que estando en la falda del monte Suribachi, donde
se estaban desarrollando todavía escaramuzas, unos marines bajaron y le
informaron a él y a otros fotógrafos y camarógrafos que se acababa de
tomar por fin la cima. Se iba a izar una bandera para que todos los
marines de la isla vieran que el monte desde donde les habían estado
hostigando en las ultimas horas ya no supondría ningún peligro.
Decidieron subir. Al empezar la ascensión se cruzaron con cuatro marines
y uno de ellos, el Sargento Lou Lowery, les comentó que un equipo ya
había izado la bandera y que él había tomado fotos (Habían subido con la
compañía E del 2º batallón de la 5ª división, en una patrulla de
cuarenta hombres mandada por el teniente Schrier). Lowery, fotógrafo de
la revista oficial de los marines llamada Leatherneck, y único en cubrir
seis de las mayores batallas del Pacifico, era uno de los que había
sido asignado para ir libremente donde le pareciese.
Contó que al llegar la patrulla a la cumbre, los hombres encontraron una larga cañería y ataron a ella una pequeña bandera que Schrier llevaba con él. Aunque era pequeña para que se pudiera ver desde abajo, decidieron izarla.En el momento de apretar el obturador de su cámara, un soldado japonés salió súbitamente de una cueva y comenzó a disparar sobre Lowery y otro marine, fallando el tiro. Este respondió con su B.A.R. y le mató, provocando la refriega una reacción de los japoneses de las cuevas cercanas. Hay que recordar que en el momento de izar la primera bandera, la cima no estaba ni mucho menos asegurada. Lowery tuvo el tiempo justo de saltar ante la lluvia de granadas que cayeron a su alrededor, y rodó unos cuantos metros montaña abajo, aunque ni él ni su cámara sufrieron daños.
Contó que al llegar la patrulla a la cumbre, los hombres encontraron una larga cañería y ataron a ella una pequeña bandera que Schrier llevaba con él. Aunque era pequeña para que se pudiera ver desde abajo, decidieron izarla.En el momento de apretar el obturador de su cámara, un soldado japonés salió súbitamente de una cueva y comenzó a disparar sobre Lowery y otro marine, fallando el tiro. Este respondió con su B.A.R. y le mató, provocando la refriega una reacción de los japoneses de las cuevas cercanas. Hay que recordar que en el momento de izar la primera bandera, la cima no estaba ni mucho menos asegurada. Lowery tuvo el tiempo justo de saltar ante la lluvia de granadas que cayeron a su alrededor, y rodó unos cuantos metros montaña abajo, aunque ni él ni su cámara sufrieron daños.
Aunque en principio no tenía sentido duplicar el trabajo de Lowery,
Rosenthal decidió seguir adelante. Iba acompañado del camarografo Bill
Genaust y el fotógrafo Louis Campbell, ambos del equipo de camarógrafos
de los marines, armados con fusiles. Con mucha precaución, ya que
grupos de zapadores todavía se encontraban volando cuevas donde se
ocultaban japoneses, y entre esporádicos disparos de rifle, fueron
ascendiendo y preguntándose si valdría la pena. Al llegar al borde de la
cima pudieron observar a un grupo de soldados trabajando con la cañería
que habían usado para izar la primera bandera y que ahora les serviría
para izar otra mayor, que pudiera ser vista desde toda la isla. Se
preparó como pudo, echándose hacia atrás y subiéndose a una plataforma
hecha con sacos terreros apilados por él de un búnker cercano para
poder cubrir todo el grupo con el lente de la cámara y obtener el mejor
ángulo. Genaust, con su cámara de cine “FILMO” Bell&Howell en
color de 16mm, se situó unos 5 metros a la derecha de Rosenthal,
preparándose para filmar. Se quedó esperando, su cámara Speed Graphic
lista, hasta que pareció que los marines estaban preparados. Todo
sucedió en unos quince segundos, y sacó la foto que buscaba. Genaust
también la filmó, y desde entonces ha aparecido en innumerables
documentales sobre esta batalla, aunque curiosamente, utilizada
erróneamente. Excepto en el documental To the shores of Iwo Jima (A las
playas de Iwo Jima), siempre aparece la escena al final de la batalla,
y, además, modificada a blanco y negro.
Se han escrito ríos de tinta sobre si fue preparada o no. En la
mayoría de los libros se asegura que sí lo fue. Sin embargo, después de
estudiar la imagen, la secuencia de Genaust, leer el relato del
fotógrafo y la opinión de varios expertos, podemos decir con rotundidad
que no fue preparada. La primera prueba es que solo se tomó una. Todos
los fotógrafos saben que si se quiere hacer una escena posada, se deben
realizar varias tomas, incluso de distintos ángulos, para estar seguros
de que al menos una saldrá bien. Tenía que haber pedido a los marines
que izaran la bandera una y otra vez, hasta obtener el resultado
deseado.
Por otra parte, ya en 1.945 existía la política de hacer la guerra menos anónima, intentando mientras fuese posible sacar las caras de los soldados en acción. Así, las caras de los marines estarían mirando al fotógrafo, lo que seguramente hubiese estropeado el resultado. Por último, la filmación de Genaust, tomada a la vez, demuestra su autenticidad. Rosenthal sacó un total de sesenta y cinco fotos en Iwo Jima. En los primeros días el cielo estaba cubierto, pero en la cima se filtró la suficiente luz solar para dar profundidad a los cuerpos de los marines, y el gran peso de la cañería resultó providencial para dar el toque justo de dramatismo a la escena. Las casualidades no acaban aquí. De doce que tomo en la cima de Suribachi, dos quedaron inutilizadas por filtraciones de luz en el celuloide, salvándose entre ellas la famosa foto. Al ganar el premio Pulitzer, lo primero que hizo fue enviar a una copia a Lowery con una dedicatoria escrita por detrás que ponía “al fotógrafo que llegó primero”.
Por otra parte, ya en 1.945 existía la política de hacer la guerra menos anónima, intentando mientras fuese posible sacar las caras de los soldados en acción. Así, las caras de los marines estarían mirando al fotógrafo, lo que seguramente hubiese estropeado el resultado. Por último, la filmación de Genaust, tomada a la vez, demuestra su autenticidad. Rosenthal sacó un total de sesenta y cinco fotos en Iwo Jima. En los primeros días el cielo estaba cubierto, pero en la cima se filtró la suficiente luz solar para dar profundidad a los cuerpos de los marines, y el gran peso de la cañería resultó providencial para dar el toque justo de dramatismo a la escena. Las casualidades no acaban aquí. De doce que tomo en la cima de Suribachi, dos quedaron inutilizadas por filtraciones de luz en el celuloide, salvándose entre ellas la famosa foto. Al ganar el premio Pulitzer, lo primero que hizo fue enviar a una copia a Lowery con una dedicatoria escrita por detrás que ponía “al fotógrafo que llegó primero”.
Pero el epilogo no es feliz. Rosenthal abandonó la isla el 2 de
marzo, y pudo ver el resultado de su trabajo el día 4, en Guam. Sin
embargo, ese mismo día, Genaust se encontraba en el frente con un grupo
de marines limpiando las cuevas de japoneses. Debido al mal tiempo, y no
pudiendo filmar por las malas condiciones de luz, cambió la cámara por
el fusil. Los marines habían lanzado varias granadas dentro de una de
las innumerables grutas, y queriendo comprobar que no quedaba ningún
enemigo vivo dentro, le pidieron prestada su linterna. En vez de
prestársela, prefirió entrar con ellos. Quedaban varios japoneses
vivos y en cuanto entraron, fueron recibidos con disparos, siendo
Genaust el primero en caer al ser el portador de la linterna. Los
marines salieron corriendo de la cueva y la volaron con T.N.T.,
sellándola y dejando dentro su cuerpo, que jamás fue recuperado. Así,
este bravo camarógrafo nunca pudo ver la película que filmó.
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