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sábado, 13 de agosto de 2011

No eran imprescindibles

TÍTULO ORIGINAL They Were Expendable
AÑO 1945

DIRECTOR John Ford
GUIÓN Frank Wead
MÚSICA Herbert Stothart
FOTOGRAFÍA Joseph H. August (B&W)

REPARTO Robert Montgomery, John Wayne, Donna Reed, Ward Bond, Jack Holt, Marshall Thompson, Louis Jean Heydt, Leon Ames, Cameron Mitchell, Russell Simpson

PRODUCTORA Metro-Goldwyn-Mayer

PREMIOS 1945: 2 nominaciones al Oscar: Mejor sonido, efectos especiales

SINOPSIS Durante la campaña del Pacífico, una heroica compañía americana lucha contra el avance de las fuerzas japonesas en Filipinas, perdiendo cada vez más terreno. Dos oficiales de lanchas torpederas, en contra de la opinión de sus superiores, intentarán frenar el avance utilizando las viejas embarcaciones contra los barcos nipones.

Ford, que luchó en la Segunda Guerra Mundial y ha construido grandes obras maestras sobre la vida militar (desde "Cuna de Héroes" hasta una buena parte de sus western) sólo dirigió un film bélico: este particular monumento al soldado desconocido. Y lo hace desviando el objetivo de su cámara en cada momento precisamente de donde se supone que debemos mirar, de las grandes gestas épicas a las que Hollywood nos tiene acostumbrados y enfocando precisamente allí donde menos pasa. Declaración de principios. Experimento que en otro sería recordado y analizado pero que en un director considerado comercial, un "profesional" y no "un autor", pasa desapercibido.

La absurda historia de amor que la productora exige meter con calzador en la historia es zanjada sin contemplaciones. Hay algo de protesta en ese liquidarla en unos pocos minutos y como quien cumple (con disciplina militar) una orden absurda. Y ,sin embargo, el talento de Ford es tanto que hasta ese pegote sentimental al que le obligan tiene algo diferente.

Toda la historia, las vidas de esos soldados anónimos que se dedican a manejar y reparar pequeñas lanchas, el desarrollo posterior de la guerra en el Pacífico y todo lo que eso implica para el futuro de la guerra en su conjunto, las medallas de los generales y sus sonrisas, dependen de esa batalla que Ford -incatalogable y complejo patriota americano- decide contarnos en elipsis.

Ni un sólo plano de ese heroísmo. Los héroes de Ford en esta historia son otros. Y ,despreciando el espectáculo, "derrocha" su talento descomunal para la composición de planos y la puesta en escena filmando con mimo la reparación de una lancha cuyo motor no arranca. La vida gris, cotidiana, de unos soldados cuya labor nunca pasará a la historia; que son prescindibles para todos menos para ellos mismos.

Ford elige contar lo que nunca se cuenta acerca de aquellos de los que siempre se prescinde y logra una especie de estremecimiento extraño, gris también, cotidiano; porque, sin que se subraye ni se repita, tanto los personajes como nosotros sabemos que esa monotonía esconde en realidad una agonía; que esos soldados desconocidos y prescindibles serán sacrificados, y sólo les quedará su monumento algún día en algún sitio.

Cuando su biógrafo Lindsay Anderson dijo a Ford que ésta era una de las obras del genio irlandés que más le gustaban Ford dijo que no recordaba de qué película se trataba. ¿Clásica travesura fordiana o es que realmente consideraba a esta película tan prescindible como la guerra a sus protagonistas? Pocos días después le mandó una nota escueta: "Por cierto, he visto esa película y sí, no quedó nada mal".

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