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lunes, 8 de agosto de 2011

La cruz de hierro


TÍTULO ORIGINAL Cross of Iron AÑO 1977

DIRECTOR Sam Peckinpah
GUIÓN Julius J. Epstein, Walter Kelley, James Hamilton (Novela: Willi Heinrich)
MÚSICA Ernest Gold
FOTOGRAFÍA John Coquillon
REPARTO James Coburn, James Mason, Maximilian Schell, David Warner, Senta Berger, Klaus Löwitch

PRODUCTORA Coproducción GB-Alemania

SINOPSIS Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En el frente oriental, un escuadrón de soldados alemanes, capitaneados por un duro oficial, se enfrenta al ejército ruso. Se trata de la única incursión de Peckinpah en el cine bélico. Partidario de mostrar la violencia en toda su crudeza, como manifestación de un instinto natural del hombre, hizo méritos más que suficientes para ganarse el apodo de "el sanguinario Sam".


La cruz de hierro fue producida y realizada con escasos recursos económicos y aunque esta carga no empañe el resultado conseguido, sí que condiciona gran parte del efectismo visual de la que debiera hacer gala una película de tal formato. Y Peckinpah resuelve estas limitaciones pirotécnicas mostrando su cine directo de siempre: acuchillamientos cuerpo a cuerpo cámara en mano o con secuencias magistrales como la que nos muestra en la base de operaciones de las milicianas soviéticas. Y el montaje realza la importancia de unos conseguidos flash-backs. Y nos presenta a los alemanes como obedientes trozos de carne, pero rellenos de humanidad, aunque peque de una inexplicable ausencia de ideología nacionalsocialista entre la soldadesca.James Coburn encarna al arrojado sargento implicado en la supervivencia de sus hombres como empresa personal, aunque parezca en algunos pasajes algo descuidado y ello conlleve en ocasiones un desenlace dramático. Maximilian Schell (si es que hasta su nombre tintinea a aristocracia) presenta la otra cara de la moneda; el clasista egocéntrico que piensa que la plebe está ahí para recibir órdenes, y que además es un cobarde digno de un pelotón de fusilamiento, aunque no termina de convencerme como Peckinpah nos muestra la relación entre los dos antagonistas. El sargento Steiner no da una solución directa al problema prusiano porque parece estar por encima de todo: abandona a su soldado en aquella excitante cabaña; su venganza no es desproporcionada ni con el amigo ni con el enemigo porque interioriza a su manera la palabra justicia; se toma la guerra como un trabajo de seis a ocho. Un héroe atípico y complicado.

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