TÍTULO ORIGINAL | Inglourious Basterds (Inglorious Bastards) |
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AÑO | 2009 |
DIRECTOR | Quentin Tarantino |
GUIÓN | Quentin Tarantino |
MÚSICA | Varios |
FOTOGRAFÍA | Robert Richardson |
REPARTO
Brad Pitt, Christoph Waltz, Mélanie Laurent, Diane Kruger, Michael Fassbender, Daniel Brühl, Eli Roth, Til Schweiger, B. J. Novak, August Diehl, Mike Myers, Omar Doom, Sylvester Groth, Denis Menochet, Richard Sammel, Jacky Ido, Martin Wuttke, Julie Dreyfus, Samm Levine, Gedeon Burkhard, Rod Taylor, Christian Berkel, Léa Seydoux
PRODUCTORA | Coproducción USA-Alemania; Universal Pictures / The Weinstein Company / Lawrence Bender Productions / Neunte Babelsberg Film |
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WEB OFICIAL | http://www.malditosbastardos.es |
PREMIOS | 2009: Oscar: Mejor actor de reparto (Christoph Waltz). 8 nominaciones 2009: Globo de Oro: Mejor actor secundario (Christoph Waltz). 4 nominaciones 2009: Premios BAFTA: Mejor actor sec. (Waltz). 6 nom., incluyendo mejor director 2009: Festival de Cannes: Mejor actor (Christoph Waltz) 2009: Premios David di Donatello: Mejor film extranjero 2009: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor actor secundario (Christoph Waltz) |
El triunfo de la voluntad
Más un cineasta maldito que bastardo, Quentin Tarantino tiene innumerables padres cinematográficos que tejen, sobre diferentes tonos y géneros, un compendio fílmico cuya individualidad supera el conjunto que ofrece el mosaico de referencias. No se trata de una conexión directa con el género o el filme que origina el título de la cinta, “Aquel maldito tren blindado”, sino que el talento y estilo propio del cineasta se impone creando una nueva visión dimensionada del autor. Es así un filme puramente tarantiniano cuyos orígenes quedan borrados y ametrallados por la cinefilia y genialidad.
La secuencia que abre la película es simplemente monumental: aparece el título «Capítulo 1: Érase una vez… En una Francia ocupada por los nazis». Se abre como un western con tono clásico a lo Ford o Eastwood con la banda sonora de “El álamo” en los créditos, pero alude también al spaghetti western con vistas a Leone y a su fiereza. La planificación es maravillosa y se sostiene con referencias propias: diálogos continuos rellenado una larga secuencia hasta que la violencia encumbra el clímax.
Esa lucha constante entre el cine clásico y la serie B hace erigir el triunfo de aunar la elegancia, precisión y monumentalidad clásica con la originalidad, provocación y radicalidad del cine alternativo. Tarantino es el único cineasta que ha alcanzado el equilibrio perfecto entre ambas corrientes creando un estilo propio.
Teléfono negro, hoy volamos hacía Paris
“Malditos bastardos” presenta a uno de los villanos más maquiavélicos de la historia del cine, el coronel Hans Landa, que construye en la apertura el leitmotiv de toda la cinta: un simple disparo puede cambiar toda una guerra como si de un efecto mariposa se tratase. No sólo es una representación conocida del concepto del azar sino del conocimiento personal y las vivencias. Es importantísimo el juego de idiomas en el guión y el pasado que arrastran los personajes como los actos que desencadenan.
La recreación de la Segunda Guerra Mundial no es un retrato de las trincheras, ni del campo de batalla sino de pura negociación (las situaciones en todas las secuencias se resuelven siempre así). También de imposición del cine sobre la cultura universal y los designios de la civilización. Hay cierto grado de anacronismo lírico fundido con la brutalidad de la violencia. De cine extremo entre cigarros fundidos en humo y llamas. Es puro celuloide incandescente con infinitas lecturas metacinematográficas, como si todo fuese una metralla de fotogramas quemados por la celeridad antes del impacto.
Más un cineasta maldito que bastardo, Quentin Tarantino tiene innumerables padres cinematográficos que tejen, sobre diferentes tonos y géneros, un compendio fílmico cuya individualidad supera el conjunto que ofrece el mosaico de referencias. No se trata de una conexión directa con el género o el filme que origina el título de la cinta, “Aquel maldito tren blindado”, sino que el talento y estilo propio del cineasta se impone creando una nueva visión dimensionada del autor. Es así un filme puramente tarantiniano cuyos orígenes quedan borrados y ametrallados por la cinefilia y genialidad.
La secuencia que abre la película es simplemente monumental: aparece el título «Capítulo 1: Érase una vez… En una Francia ocupada por los nazis». Se abre como un western con tono clásico a lo Ford o Eastwood con la banda sonora de “El álamo” en los créditos, pero alude también al spaghetti western con vistas a Leone y a su fiereza. La planificación es maravillosa y se sostiene con referencias propias: diálogos continuos rellenado una larga secuencia hasta que la violencia encumbra el clímax.
Esa lucha constante entre el cine clásico y la serie B hace erigir el triunfo de aunar la elegancia, precisión y monumentalidad clásica con la originalidad, provocación y radicalidad del cine alternativo. Tarantino es el único cineasta que ha alcanzado el equilibrio perfecto entre ambas corrientes creando un estilo propio.
Teléfono negro, hoy volamos hacía Paris
“Malditos bastardos” presenta a uno de los villanos más maquiavélicos de la historia del cine, el coronel Hans Landa, que construye en la apertura el leitmotiv de toda la cinta: un simple disparo puede cambiar toda una guerra como si de un efecto mariposa se tratase. No sólo es una representación conocida del concepto del azar sino del conocimiento personal y las vivencias. Es importantísimo el juego de idiomas en el guión y el pasado que arrastran los personajes como los actos que desencadenan.
La recreación de la Segunda Guerra Mundial no es un retrato de las trincheras, ni del campo de batalla sino de pura negociación (las situaciones en todas las secuencias se resuelven siempre así). También de imposición del cine sobre la cultura universal y los designios de la civilización. Hay cierto grado de anacronismo lírico fundido con la brutalidad de la violencia. De cine extremo entre cigarros fundidos en humo y llamas. Es puro celuloide incandescente con infinitas lecturas metacinematográficas, como si todo fuese una metralla de fotogramas quemados por la celeridad antes del impacto.
“Malditos bastardos” es un monumento cinematográfico a la historia del cine. Un acto de amor brutal, combativo y suicida donde la ficción reescribirá el cine salvándolo. Tarantino, de hecho, ha vuelto a rehacer la historia del cine salvando a toda la humanidad.
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