Nada menos que 7 años después de la terrorífica “El Resplandor”, Kubrick
vuelve su mirada hacia el horror sin necesidad de apoyarse en coartadas
fantásticas, sino mostrando las entrañas del mayor engendro que hemos
creado: la guerra. Pretendido o no, cada película de Kubrick sienta
cátedra, quedando como obras poderosas, únicas e indiscutibles, y de tal
perfección que impide cualquier tratamiento posterior por otros
autores. En este caso, Vietnam ya contaba con esa joya indiscutible:
“Apocalypse Now”, por lo que la apuesta que hace Kubrick es el mayor
órdago de su carrera. Y era normal que llegara.
Al autor siempre le interesaron las fracturas históricas: tanto antiguas (Espartaco), como actuales (Teléfono Rojo…), y siendo Vietnam la mayor fractura, era coherente que Kubrick diera su visión. Sólo que ésta choca con todas las películas realizadas sobre este conflicto. Vietnam es su disculpa para trazar un retrato sin ilusión del instinto de agresión que domina a nuestra especie y lo hará acompañando al recluta bromista en un viaje desde el orden de la instrucción al caos de la guerra.
Así en esa primera parte (magistral el plano con el que se abre la película mostrando la primera arma: el cortapelo) asistiremos a la transformación de aquellos jóvenes de mirada vacía en soldados, dándoles el padre/sargento Hartman (espléndido Lee Ermey) una nueva novia: su fusil. Es sobre este padre cruel y vengador, sobre el que girará esta primera parte. Pero la grandeza de toda ésta reside en el pesimismo de Kubrick. Sabiendo la importancia de la instrucción, ésta es irrelevante ante el peso de nuestro instinto agresor. De hecho, esta máquina de matar perfecta adelantará su misión en un final tan edípico como el visto en “El Resplandor”.
La segunda parte nos sumerge en Vietnam; un Vietnam de soldados, en el que la guerra es un telón de fondo del que llegan ecos, pero en el que nunca aparece ningún enemigo. La originalidad de Kubrick es retratar un Vietnam no visto en las anteriores películas que trataron este conflicto.
Al clásico Vietnam de la jungla, siempre presente en todas, Kubrick vuelve su mirada a otra muy distinta: la jungla urbana. Al Vietnam nocturno de Apocalyse, el maestro Stanley lo cubre de luz, una luz cruda y tan descarnada como la guerra, que, para el autor, es el caos, pero no el espectáculo. De hecho, se sirve de un único personaje (una vietcong) para ilustrar las fuerzas que se desatan y que, pese al final de la película, no terminan de apaciguarse pues siguen en nuestro corazón llevándonos hacia un callejón sin salida.
Genial, como en todas sus películas, el reparto. Empezando por el vehemente Lee Ermey, hasta un más comedido M. Mondine; pero entre todos que destacaría a V. d’Onofrio. Él realiza una recreación alucinante, espeluznante; como anécdota, decir que engordó para el papel más que Robert de Niro, sólo que éste se quedó con la leyenda.
Al autor siempre le interesaron las fracturas históricas: tanto antiguas (Espartaco), como actuales (Teléfono Rojo…), y siendo Vietnam la mayor fractura, era coherente que Kubrick diera su visión. Sólo que ésta choca con todas las películas realizadas sobre este conflicto. Vietnam es su disculpa para trazar un retrato sin ilusión del instinto de agresión que domina a nuestra especie y lo hará acompañando al recluta bromista en un viaje desde el orden de la instrucción al caos de la guerra.
Así en esa primera parte (magistral el plano con el que se abre la película mostrando la primera arma: el cortapelo) asistiremos a la transformación de aquellos jóvenes de mirada vacía en soldados, dándoles el padre/sargento Hartman (espléndido Lee Ermey) una nueva novia: su fusil. Es sobre este padre cruel y vengador, sobre el que girará esta primera parte. Pero la grandeza de toda ésta reside en el pesimismo de Kubrick. Sabiendo la importancia de la instrucción, ésta es irrelevante ante el peso de nuestro instinto agresor. De hecho, esta máquina de matar perfecta adelantará su misión en un final tan edípico como el visto en “El Resplandor”.
La segunda parte nos sumerge en Vietnam; un Vietnam de soldados, en el que la guerra es un telón de fondo del que llegan ecos, pero en el que nunca aparece ningún enemigo. La originalidad de Kubrick es retratar un Vietnam no visto en las anteriores películas que trataron este conflicto.
Al clásico Vietnam de la jungla, siempre presente en todas, Kubrick vuelve su mirada a otra muy distinta: la jungla urbana. Al Vietnam nocturno de Apocalyse, el maestro Stanley lo cubre de luz, una luz cruda y tan descarnada como la guerra, que, para el autor, es el caos, pero no el espectáculo. De hecho, se sirve de un único personaje (una vietcong) para ilustrar las fuerzas que se desatan y que, pese al final de la película, no terminan de apaciguarse pues siguen en nuestro corazón llevándonos hacia un callejón sin salida.
Genial, como en todas sus películas, el reparto. Empezando por el vehemente Lee Ermey, hasta un más comedido M. Mondine; pero entre todos que destacaría a V. d’Onofrio. Él realiza una recreación alucinante, espeluznante; como anécdota, decir que engordó para el papel más que Robert de Niro, sólo que éste se quedó con la leyenda.
TÍTULO ORIGINAL | Full Metal Jacket |
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AÑO | 1987 |
DIRECTOR | Stanley Kubrick |
GUIÓN | Stanley Kubrick, Michael Herr, Gustav Hasford (Novela: Gustav Hasford) |
MÚSICA | Abigail Mead |
FOTOGRAFÍA | Douglas Milsome |
REPARTO | Matthew Modine, Vincent D'Onofrio, R. Lee Ermey, Adam Baldwin, Dorian Harewood, Arliss Howard, Kevyn Major Howard, Ed O'Ross, Gary Landon Mills, Sal López, John Stafford, Kieron Jecchinis, Ngc Le, Papillon Soo Soo |
PRODUCTORA | Warner Bros. Pictures |
PREMIOS | 1987: Nominada al Oscar: mejor guión adaptado 1987: Premios David di Donatello: Mejor productor extranjero. 2 nominaciones |
SINOPSIS | Un grupo de reclutas se prepara en Parish Island, centro de entrenamiento de la marina norteamericana. Allí está el sargento Hartmann, duro e implacable, cuya única misión en la vida es endurecer el cuerpo y el alma de los novatos, para que puedan defenderse del enemigo. Pero no todos los jóvenes están preparados para soportar sus métodos. |
CRÍTICAS | ---------------------------------------- Si "Senderos de gloria" era una película antimilitar, "La chaqueta metálica" propone una doble ración por antimilitar y antibélica. Dividida en dos partes, la primera -excelente- retrata el durísimo entrenamiento de los reclutas (una escuela infernal donde se reduce la voluntad individual a su mínima expresión). La segunda parte -más convencional pero igual de demoledora- se ocupa de la lucha en el campo de batalla durante la guerra en Vietnam. Kubrick, de nuevo desplegando un talento sin igual, vuelve a proponer otra visión descorazonadora e implacable en su reflexión sobre el ser humano, entregando un feroz alegato contra la alienación del hombre como soldado y la sinrazón de la guerra. Un film magistral despertador de conciencias. |
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