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lunes, 15 de agosto de 2011

La colina de la hamburguesa


TÍTULO ORIGINAL Hamburger Hill
AÑO 1987

DIRECTOR John Irvin
GUIÓN James Carabatsos
MÚSICA Philip Glass
FOTOGRAFÍA Peter MacDonald

REPARTO Dylan McDermott, Anthony Barrile, Don Cheadle, Steven Weber, Tim Quill, Michael Dolan, Michael Patrick Boatman, Don James, Courtney B. Vance

PRODUCTORA RKO

SINOPSIS Guerra de Vietnam, 1969. Narra los infernales combates que libraron el ejército norteamericano y los soldados del Vietcong por la toma de una colina. La 101 es una división de soldados norteamericanos, casi todos novatos, que es transportada a un punto estratégico, de donde partirán para tomar una colina que está en manos del enemigo. La misión de la compañía Bravo, que en un principio parecía un mero trámite, se convierte en una masacre de la que no saben cómo salir.

Esto sí es Vietnam. Reclutas novatos que comparten entre ellos sus ilusiones y preocupaciones, sargentos y tenientes de experta mirada que refleja el dolor y la dificultad del terreno sobre el que moran, música de la época retumbando en las radios que se distribuyen por las bases militares, prostitutas vietnamitas que hacen “su Agosto” prestando servicio a los soldados, cruentas y escalofriantes batallas en mitad de lo frondoso de la jungla, en las que cuesta mantener la mente fresca por la locura en las que están inmersas, el dolor, el sufrimiento, el deseo de evadirse y volver a casa… Todo lo que se le puede pedir a una película sobre la Guerra de Vietnam está en esta infravalorada cinta dirigida por John Irvin (“Los perros de la guerra”, 1980) con guión de James Carabatsos (“El sargento de hierro”, 1986), que obtiene un resultado -algunos pensarán que desvarío, pero es mi sentida opinión- más meritorio, contundente y cercano que el de otros trabajos de renombre en el género, como “Platoon” (1986) o “Apocalypse Now” (1979). Si hay algo que podemos reprocharle a este trabajo, se escapa de las manos de su realización, ya que me refiero al fallido doblaje al español: si bien los actores de doblaje realizan un gran trabajo, la forma de adaptarlo (sonido enlatado que a veces casi reduce a la nada el sonido ambiente, recordando al típico resultado de filmes para televisión) es un gran fracaso que merma las facultades de esta película.

En esta cinta no hay artificios gratuitos que busquen con facilidad el horror del espectador, pero tampoco permite que llegue a sentir indiferencia en ningún momento. Todo se narra y se ofrece con la sencillez que permite el hecho de trabajar con un material basado en hechos reales, que si bien debe adaptar su conjunto a un formato cinematográfico que no resulte soporífero, no pretende ser infiel con la realidad escrita sobre la batalla conocida popularmente con el mismo nombre que el de esta película: “La colina de la hamburguesa”, uno de los mayores ejemplos en la historia bélica de hasta cuán de inútil puede resultar en ocasiones una guerra, y de lo insignificantes, vulnerables y amantes de la vida que somos en realidad los humanos. Además, se agradece el hecho de que la película no esté dividida en dos partes, como habitualmente se ha hecho en muchas obras del género. Aquí no hay una parte tranquila y otra alocada, o viceversa: no se sigue un plan lineal, sino que se combate y se vuelve al campamento, manteniendo de esta manera despierta la sensación de cercanía y credibilidad que los soldados inspiran al espectador, sin aburrir dentro de una infinita batalla (error de muchas producciones) al ofrecerla dosificada, dentro de una atmósfera muy lograda que se dibuja con una simple técnica y un montaje que se postula como testigo de los acontecimientos que en realidad existieron.

Esto sí es Vietnam. Reclutas novatos que comparten entre ellos sus ilusiones y preocupaciones, sargentos y tenientes de experta mirada que refleja el dolor y la dificultad del terreno sobre el que moran, música de la época retumbando en las radios que se distribuyen por las bases militares, prostitutas vietnamitas que hacen “su Agosto” prestando servicio a los soldados, cruentas y escalofriantes batallas en mitad de lo frondoso de la jungla, en las que cuesta mantener la mente fresca por la locura en las que están inmersas, el dolor, el sufrimiento, el deseo de evadirse y volver a casa… Todo lo que se le puede pedir a una película sobre la Guerra de Vietnam está en esta infravalorada cinta dirigida por John Irvin (“Los perros de la guerra”, 1980) con guión de James Carabatsos (“El sargento de hierro”, 1986), que obtiene un resultado -algunos pensarán que desvarío, pero es mi sentida opinión- más meritorio, contundente y cercano que el de otros trabajos de renombre en el género, como “Platoon” (1986) o “Apocalypse Now” (1979). Si hay algo que podemos reprocharle a este trabajo, se escapa de las manos de su realización, ya que me refiero al fallido doblaje al español: si bien los actores de doblaje realizan un gran trabajo, la forma de adaptarlo (sonido enlatado que a veces casi reduce a la nada el sonido ambiente, recordando al típico resultado de filmes para televisión) es un gran fracaso que merma las facultades de esta película.

En esta cinta no hay artificios gratuitos que busquen con facilidad el horror del espectador, pero tampoco permite que llegue a sentir indiferencia en ningún momento. Todo se narra y se ofrece con la sencillez que permite el hecho de trabajar con un material basado en hechos reales, que si bien debe adaptar su conjunto a un formato cinematográfico que no resulte soporífero, no pretende ser infiel con la realidad escrita sobre la batalla conocida popularmente con el mismo nombre que el de esta película: “La colina de la hamburguesa”, uno de los mayores ejemplos en la historia bélica de hasta cuán de inútil puede resultar en ocasiones una guerra, y de lo insignificantes, vulnerables y amantes de la vida que somos en realidad los humanos. Además, se agradece el hecho de que la película no esté dividida en dos partes, como habitualmente se ha hecho en muchas obras del género. Aquí no hay una parte tranquila y otra alocada, o viceversa: no se sigue un plan lineal, sino que se combate y se vuelve al campamento, manteniendo de esta manera despierta la sensación de cercanía y credibilidad que los soldados inspiran al espectador, sin aburrir dentro de una infinita batalla (error de muchas producciones) al ofrecerla dosificada, dentro de una atmósfera muy lograda que se dibuja con una simple técnica y un montaje que se postula como testigo de los acontecimientos que en realidad existieron.


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