TÍTULO ORIGINAL Der Arzt von Stalingrad
AÑO 1958
DIRECTOR Géza von Radványi
GUIÓN Werner P. Zibaso (Novela: Heinz G. Konsalik)
MÚSICA Siegfried Franz
FOTOGRAFÍA Georg Krause (B&W)
AÑO 1958
DIRECTOR Géza von Radványi
GUIÓN Werner P. Zibaso (Novela: Heinz G. Konsalik)
MÚSICA Siegfried Franz
FOTOGRAFÍA Georg Krause (B&W)
REPARTO O.E. Hasse, Eva Bartok, Hannes Messemer, Mario Adorf, Walter Reyer, Vera Tschechowa, Paul Bösiger, Leonard Steckel, Valéry Inkijinoff, Michael Ande, Siegfried Lowitz, Eddi Arent, Wilmut Borell, Til Kiwe, Rolf von Nauckhoff
PRODUCTORA Divina-Film
SINOPSIS 1943. La gran batalla de Stalingrado ha terminado. Batallones de prisioneros alemanes son conducidos a campos de concentración. A uno de estos campos, el 5110/47, llega el médico militar Fritz Böhler, Böhler no puede olvidar su juramento hipocrático y se salta todas las reglas del campo para poder operar de peritonitis a un alférez. El médico y su equipo además de robo, pueden ser acusados de asesinato en caso de que fallezca el alférez.
Correcta película que recoje las vicisitudes de un campo de prisioneros alemanes en el corazón de la Unión Soviética. Años después de terminada la Segunda Guerra Mundial todavía quedaban soldados alemanes en manos de los rusos. En esta ocasión la acción transcurre en Stalingrado donde un famoso médico y cirujano alemán tiene la difícil tarea de bregar a diario con sus captores intentando suavizar las relaciones con los otrora enemigos y ahora guardianes del campo.
Las penurias del campo de prisioneros obligan a los alemanes en general y al doctor en particular, a agudizar el ingenio para salir adelante en situaciones críticas no siempre bien vistas por los responsables soviéticos.
Una de esas situaciones se produce cuando uno de los prisioneros debe ser operado por el propio doctor sin que los rusos lo sepan (ya que lo prohiben terminantemente), con lo cual el médico tiene que enfrentarse a un tribunal que puede condenarlo a la pena capital si el paciente muere por desobedecer una de las normas.
Quizá el tiempo haya perjudicado notablemente a la película, ya que en ocasiones las relaciones entre prisioneros y guardianes vista con la óptica actual parezca un tanto "almibarada", pero en general la cinta merece la pena ser visionada porque nos da una idea de lo acontecida tras el término de aquella guerra, de un período olvidado.
A pesar de haber acabado la guerra. Varios años después aún había soldados alemanes que permanecieron prisioneros de los soviéticos. De las decenas de miles que fueron capturados, solo un porcentaje mínimo volvieron a sus casas tras varios años de "condena".
Curiosamente, los últimos soldados en volver a su tierra no eran alemanes, sino españoles. En 1954 (habían pasado casi diez años desde el final de la guerra), los últimos prisioneros llegaban al puerto de Barcelona a bordo del buque Semiramis. Eran voluntarios que habían luchado en Rusia al lado de los alemanes y pertenecían a la legendaria División Azul.
Las penurias del campo de prisioneros obligan a los alemanes en general y al doctor en particular, a agudizar el ingenio para salir adelante en situaciones críticas no siempre bien vistas por los responsables soviéticos.
Una de esas situaciones se produce cuando uno de los prisioneros debe ser operado por el propio doctor sin que los rusos lo sepan (ya que lo prohiben terminantemente), con lo cual el médico tiene que enfrentarse a un tribunal que puede condenarlo a la pena capital si el paciente muere por desobedecer una de las normas.
Quizá el tiempo haya perjudicado notablemente a la película, ya que en ocasiones las relaciones entre prisioneros y guardianes vista con la óptica actual parezca un tanto "almibarada", pero en general la cinta merece la pena ser visionada porque nos da una idea de lo acontecida tras el término de aquella guerra, de un período olvidado.
A pesar de haber acabado la guerra. Varios años después aún había soldados alemanes que permanecieron prisioneros de los soviéticos. De las decenas de miles que fueron capturados, solo un porcentaje mínimo volvieron a sus casas tras varios años de "condena".
Curiosamente, los últimos soldados en volver a su tierra no eran alemanes, sino españoles. En 1954 (habían pasado casi diez años desde el final de la guerra), los últimos prisioneros llegaban al puerto de Barcelona a bordo del buque Semiramis. Eran voluntarios que habían luchado en Rusia al lado de los alemanes y pertenecían a la legendaria División Azul.
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