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lunes, 15 de agosto de 2011

Cenizas y diamantes

TÍTULO ORIGINAL Popiól I Diament
AÑO 1958

DIRECTOR Andrzej Wajda
GUIÓN Andrzej Wajda, Jerzy Andrzejewski
MÚSICA Filip Nowak
FOTOGRAFÍA Jerzy Wojcik (B&W)

REPARTO Zbigniew Cybulski, Ewa Krzyzanowska, Adam Pawlikowski, Bogumil Kobiela

PRODUCTORA Grupo Kadr / Film Polski

PREMIOS 1959: Festival de Venecia: Premio FIPRESCI

SINOPSIS En Polonia, concluida la Segunda Guerra Mundial, la situación política y social es caótica. El idealismo cede el paso a diversas formas de anarquía y extremismo. El protagonista, un joven que milita en un grupo ultranacionalista, recibe el encargo de asesinar a un importante comunista; pero, cuando el joven encuentra el amor, en pocas horas sus certezas se pulverizan.

Estupenda y expresionista (laberínticas angulaciones, claroscuros, profundidad de plano y espacios cerrados) realización de Wajda, que configura una cinta sorprendente por su manejo de elementos casi antagónicos: la violencia de la introducción –seca, dura-, por ejemplo, y la propia temática política de la cinta contrastan poderosamente con el núcleo del film, en el que el director polaco nos endiña una alegoría de la Polonia de la época a través de un tono caricaturesco que se arrima al calorcito, casi, de un naturalismo lírico inusualmente amable -algo así como si en La regla del juego de Renoir se explicitara el colaboracionismo que habría de llegar con metralletas respirando fuego. Quedaría "raro raro raro", como poco, entre tanto juego de puertas, tanto romance inane y tanta carrera-. Así, la banda sonora, las interpretaciones alocadas, la colocación de personajes como un fresco de rostros embotados y casi primeros planos superpuestos…, todo eso remite a la sensación de broma deforme (a ratos italiana, a ratos francesa; nunca polaca) y al absurdo que supone el reparto de un país después de una guerra (con la repartición de Postdam que se les venía encima, podemos entender el irónico desencanto de esa desafinada polonesa de muertos vivientes del final del metraje).

Por lo demás, el juego de contrastes de la fotografía, la distribución en el plano de elementos con clara y recargada intención simbólica (las absurdas situaciones, los objetos, los personajes… con esa camarera que opera el cambio en el protagonista, ofreciéndole la posibilidad de cerrar heridas y vivir, simplemente vivir, sin el peso del pasado), se suceden en un trabajo visual impecable que explica la decepción del protagonista con su forma de vida; una forma de vida que le exige mezclar el rojo de su sangre con el blanco de unas sábanas. Quizás para recordarle, así, la obligación de asumir que con los comunistas acechando para él lo primero es la bandera de Polonia. Y que el resto es secundario.

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