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viernes, 30 de septiembre de 2011

La batalla de Okinawa





TÍTULO ORIGINAL
Gekido no showashi: Okinawa kessen
AÑO
1971





GUIÓN
Ryozo Kasahara, Kaneto Shindô



MÚSICA
Masaru Satô



FOTOGRAFÍA
Hiroshi Murai





PRODUCTORA
Toho Company


SINOPSIS
Recreación desde el punto de vista japonés de la batalla de Okinawa, una de las más sangrientas de la campaña del Pacífico.


La Batalla de Okinawa, cuyo nombre clave era Operación Iceberg, se libró en la isla de Ryukyu de Okinawa y fue el mayor asalto anfibio en la Guerra del Pacífico.[3] [4] Se combatió durante 82 días, desde principios de abril hasta mediados de junio de 1945. La batalla se ha denominado Tifón de Acero (en inglés: Typhoon of Steel), y lluvia de acero (Tetsu no ame) o viento violento de acero (Tetsu no Bofu) en japonés. Estas denominaciones se refieren a la ferocidad de los combates, la intensidad de los disparos, y la enorme cantidad de buques aliados y vehículos blindados que asaltaron la isla. La batalla resultó ser una de las que tuvo más víctimas, civiles y militares, en toda la Segunda Guerra Mundial: la totalidad de los fallecidos supera el cuarto de millón. Cinco divisiones del XXIV Cuerpo de los EE. UU., la 7.ª, 27.ª, 77.ª, 81.ª y 96.ª, y dos divisiones de Marines, la 1.ª y 6.ª, combatieron en la isla, mientras que la 2.ª División de Marines se mantuvo en reserva y no se planteó que desembarcara. La invasión fue respaldada por fuerzas aéreas navales, anfibias y tácticas. El objetivo principal de la operación era apoderarse de la gran isla de Okinawa a sólo 340 km de distancia del Japón. Después de una larga campaña de saltar entre islas (los estadounidenses la denominaban Island hopping), los Aliados se acercaron a Japón, y planearon usar Okinawa como base para las operaciones aéreas bajo el plan de invadir territorio japonés, cuyo nombre en clave era Operación Downfall. Finalmente los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki y la entrada soviética en la guerra provocarían la rendición de Japón tan sólo unas semanas después del fin de los combates en Okinawa.


Fuerzas terrestres

Las fuerzas terrestres estadounidenses se encuadraban dentro del X Ejército, comandado por el Teniente General Simon Bolivar Buckner, Jr. El X Ejército estaba compuesto por dos cuerpos: el III Cuerpo Anfibio comandado por el Mayor General Roy Geiger, que se componía de la 1.ª y 6.ª División de Marines, y el XXIV Cuerpo bajo el mando del Mayor General John R. Hodge, que se componía de la 7.ª y 96.ª Divisiones de Infantería. La 2.ª División de Marines y el X Ejército también controlaba la 27.ª y 77.ª Divisiones de Infantería, en un principio se mantendrían en reserva. En total, el X Ejército contaba con más de 180.000 hombres, 102.000 del ejército y 81.000 del Cuerpo de Marines.

La fuerza japonesa (sobre todo defensiva) en la campaña se componía de unos 67.000 efectivos pertenecientes al 32.º Ejército y unos 9.000 efectivos de la Armada Imperial Japonesa que se encontraban en la Base Naval de Oroku (sólo unos pocos cientos de los cuales habían sido entrenados y equipados para combate terrestre), apoyados por 39.000 habitantes de las Islas Ryūkyū (incluidos 24.000 reclutados apresuradamente para la milicia llamada Boeitai y 15.000 trabajadores no uniformados). Además de 1.500 alumnos de escuelas secundarias organizados en primera línea del frente como Unidades de Voluntarios Hierro y Sangre (Iron and Blood Volunteer Units); 600 alumnas Himeyuri se organizaron en una unidad de enfermería.[5] El 32.º Ejército inicialmente consistía en la 9.ª, 24.ª y 62.ª Divisiones y la 44.ª Brigada Mixta Independiente.[2] La 9.ª División se trasladó a Taiwán antes de la invasión, dando lugar a un cambio en los planes defensivos japoneses.[2] La resistencia primaria debería de ser en el sur, comandada por el Teniente General Mitsuru Ushijima, su Jefe de Estado Mayor, el Teniente General Isamu Chō y su jefe de operaciones, Coronel Hiromichi Yahara. Yahara abogó por una estrategia defensiva, y Chō por una ofensiva. En el norte, el coronel Udo Takehido estaba al mando. Las tropas de la Armada fueron lideradas por el Contraalmirante Minoru Ōta.

Se esperaba que los estadounidenses desembarcaran de seis a diez divisiones para enfrentarse a las tres divisiones (una de ellas con solo la mitad de efectivos).


Fuerzas navales

A mediados de marzo la Armada de los Estados Unidos y sus aliados reunieron una flota compuesta por 330 buques de guerra y 1.139 buques de transporte.[6] Entre los buques de guerra se encontraban 8 portaaviones estadounidenses, los Enterprise, Essex, Intrepid, Hornet, Franklin, Bunker Hill, Cowpens, San Jacinto, 4 portaaviones de escolta, los Savo Island, Petrof Bay, Sargent Bay y Steamer Bay, 9 cruceros, 14 acorazados, y 12 destructores.[7] El esfuerzo en la ofensiva de primavera de 1945 fue mucho mayor que el de la ofensiva de la primavera anterior en Europa, durante el desembarco de Normandía, dónde los Aliados habían empleado 284 buques.[8] La mayoría de los aviones de caza, de los bombarderos en picado y de los aviones de ataque a tierra pertenecían a la Armada de los EE. UU., basados en los portaaviones. Los japoneses habían utilizado las tácticas kamikaze desde la Batalla del Golfo de Leyte, pero por primera vez se convirtieron en una parte importante de la defensa. Entre el desembarco estadounidense del 1 de abril y el 25 de mayo, se produjeron siete ataques kamikaze, en los que se utilizaron más de 1.500 aviones.

Aunque las fuerzas terrestres aliadas estaban compuestas enteramente por unidades estadounidenses, buques de la Flota Británica del Pacífico (BPF conocida en la Armada de los EE. UU. como Task Force 57) proporcionarían aproximadamente un cuarto del poder naval y aéreo de los aliados (450 aviones).[8] La TF 57 compuesta por una gran cantidad y variedad de buques, entre ellos 50 buques de guerra entre los que se encontraban los portaaviones HMS Formidable, HMS Illustrious, HMS Indomitable y HMS Victorious.[7] Las cubiertas de vuelo de los portaaviones británicos eran más pequeñas, lo que significaba que podían transportar menos aviones que un portaaviones estadounidenses, pero eran más resistentes a los ataques kamikaze. Aunque todos los portaaviones fueron proporcionados por el Reino Unido, el grupo era un combinado de la Mancomunidad de Naciones compuesta por unidades de la Marina Real Británica, Marina Real Canadiense, Marina Real Neozelandesa y Marina Real Australiana. Su misión era neutralizar los campos de aviación japoneses en la islas Sakishima y proporcionar cobertura aérea contra los ataques kamikaze japoneses.


Batalla Naval

A la Flota del Británica del Pacífico se le asignó la tarea de neutralizar los aeródromos japoneses en la islas Sakishima, lo que hizo con éxito del 26 de marzo hasta el 10 de abril. El 10 de abril su atención se desplazó a los aeródromos en el norte de Formosa. La fuerza se retiró a la Bahía de San Pedro el 23 de abril. El 1 de mayo la Flota Británica del Pacífico volvió a la acción y atacó de nuevo los aeródromos. Los portaaviones sufrieron varios ataques de kamikazes, pero gracias a las cubiertas de vuelo blindadas, estos no sufrieron daños irreparables y solo experimentaron una breve interrupción en sus misiones.[9] En los tres meses de batalla de Okinawa, los japoneses volaron en 1.900 misiones kamikaze, hundiendo a docenas de barcos aliados y matando a más de 5.000 marineros estadounidenses, al precio de 1.465 aviones kamikaze perdidos (otros 2.200 aviones japoneses y 763 aviones de estadounidenses también fueron destruidos, incluso durante la batalla en tierra). Los buques que se perdieron fueron los más pequeños, en particular los destructores de la primera línea de defensa, así como destructores de escolta y buques de desembarco. Si bien los aliados no perdieron ninguno de sus portaaviones, algunos de ellos resultaron severamente dañados. Lanchas motoras con base en tierra también fueron utilizadas en los ataques suicidas de los japoneses. La prolongada duración de la campaña bajo condiciones de estrés forzó al Almirante Chester W. Nimitz a dar un paso sin precedentes: se relevó a los principales comandantes navales para que pudieran descansar y recuperarse. La flota cambió su denominación con el relevo de los comandantes navales; así había comenzado la campaña como 5.ª Flota, comandada por el Almirante Raymond Spruance, y la finalizó como 3.ª Flota comandada por el Almirante William F. Halsey.


Operación Ten-Go

La Operación Ten-Gō (del japonés Kyūjitai: 天號作戰, Shinjitai: 天号作戦 ten-gō sakusen) también llamada como Ten-ichi-gō (Operación Cielo Uno) fue la última operación naval japonesa en la Guerra del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. En abril de 1945 el acorazado Yamato, comandado por el Almirante Seiichi Itō, junto con otros nueve buques de guerra japoneses, recibieron la orden de realizar un ataque suicida contra los aliados.[10] El Yamato y otros buques, de la Operación Ten-Go fueron descubiertos por submarinos poco después de salir de aguas japonesas,[11] y atacados por aviones embarcados en los portaaviones estadounidenses. Bajo el ataque de más de 300 aviones en un lapso de dos horas, el mayor acorazado del mundo se hundió el 7 de abril de 1945, mucho antes de que pudiera llegar a Okinawa. Los pilotos de los torpederos estadounidenses habían sido instruidos para atacar de forma eficaz, lanzando sus torpedos preferentemente a la proa o la popa, donde el blindaje se creía que era más delgado. Además del Yamato, el crucero ligero Yahagi, y cuatro de los ocho destructores también fueron hundidos. En total, la Armada Imperial Japonesa perdió unos 3.700 marineros, incluyendo al almirante Itō, a un precio de sólo diez aviones de EE. UU. y 12 aviadores.[12]

jueves, 29 de septiembre de 2011

Gallipoli




TÍTULO ORIGINAL Gallipoli AÑO 1981

DIRECTOR Peter Weir

GUIÓN David Williamson
MÚSICA Brian May
FOTOGRAFÍA Russell Boyd


PRODUCTORA Paramount Pictures

SINOPSIS Primera Guerra Mundial, 1915. Reza la leyenda del filme: "De un lugar del que nunca has oído hablar llega una historia que nunca olvidarás". Dos amigos australianos, ambos atletas, deciden alistarse para ir a la guerra y les toca luchar contra los turcos en la batalla de Gallipolli.


La película de Peter Weir se revela conmovedora al poco de empezar. La historia de Mark Lee engancha casi desde el primer momento y Weir aprovecha el camino del joven corredor que trata de convertirse en soldado para mostrarnos la grandeza y pobreza de la vida. La fotografía es de 10, cada plano rebosa belleza. Incluso Mel Gibson está espléndido, demostrando que antes de ser una estrella era un verdadero actor.Peter Weir se las ingenia para que nos vayamos encariñando con sus protagonistas mientras llegamos a Gallipoli, enseñándonos con sutileza cual será el destino de la joven pareja. Durante la batalla, uno ve a esos dos tipos como si fueran sus vecinos, amigos e incluso hermanos, temiendo por su futuro. La crudeza de la batalla te mantiene pegado a la pantalla durante el último acto de la película, magnificando una espectacular experiencia de empatía y terror. A lo largo de la última media hora uno siente tanta afinidad por los protagonistas como pánico ante la guerra.A lo anterior hay que añadir algunos acertados pasajes sobre el amor, la familia, el choque cultural o el papel del individuo en el estado. En definitiva, una emocionante, preciosa y reflexiva película de obligada visión.


Con un trasfondo bélico, la película, que posee un extraño encanto, es un más que aceptable y emotivo retrato sobre la amistad más sincera, representada por dos jóvenes atletas amateurs que se conocen durante una competición de carreras que supone el pistoletazo de salida de una fuerte amistad que incluso les llevará a compartir uniforme bajo bandera australiana, en la batalla de Gallipoli, en la península turca del mismo nombre, que tuvo lugar en 1915 durante la Primera Guerra Mundial.Una vez en el frente, los soldados reciben con indiferencia el combate al no percibir los efectos del mismo y su inconsciencia les lleva a desarrollar su vida cotidiana con alegría, tomándose la misión como una aventura vacacional de la que sólo más adelante se darán cuenta que será muy difícil salir airosos de la misma. Recordando -quizá sin darse cuenta- a la película de Stanley Kubrick, Senderos de gloria (1957), critica la guerra mediante el uso de sus escenas, donde la retrata como algo absurdo e irracional, consiguiendo hacer llegar al espectador una consecuente sensación de impotencia y frialdad.Su banda sonora combina la excelencia y el acierto del uso del Adagio de Albinoni que, cada vez que hace presencia, estremece, y lo extravagante (que en este caso me encanta) de la inclusión del casi futurista Oxygene (2ª parte) de Jean Michel Jarre.


Producida por Robert Stigwood (todo un experto en avalar musicales como "Tommy" con The Who o "Fama" de Alan Parker) y Rupert Murdoch (sí, el cuñado de George Bush hijo), Peter Weir nos adentra en una historia de amistad ambientada en la lejana Australia de 1915 y aparentemente alejada de los truenos de la I Guerra Mundial que estaba cambiando el mapa de Europa. Archie (Mark Lee), corredor de fondo, único en sus plusmarcas e imbatible a centenares de millas a la redonda se reta con el desvergonzado Frank (Mel Gibson) en una competición local. Ambos sueñan con salir de ese horno de antiguos colonos ingleses en que se criaron como es el continente australiano. Archie, pese a ser menor de edad, desea alistarse en el Ejército para luchar y licenciarse como un buen soldado que ama a su patria. Frank solamente quiere recorrer mundo. Un largo peregrinaje a través del abrasador desierto hasta Perth será la única vía para que den con la oportunidad de ser llamados a filas y embarcar hacia la Guerra. Los dos tienen una idea y destino en común: no regresar a casa. Ambos son destinados en Egipto a punto de partir con el frente de Voluntarios Australianos para respaldar a los Ingleses en una ofensiva que tristemente se daría a conocer como la Batalla de Gallipoli. Pero lo peor de todo es que el irrelevante y absurdo papel de la intendencia autraliana acabó convirtiéndose en un multitudinario escudo humano para apoyar la avanzadilla de las Tropas Británicas y paliar a las metralletas turcas.Weir refleja, aunque con menos esmero, la obsesión por adecuar sus personajes en escenarios hostiles. "Gallipoli" cuenta con una excelente banda sonora de Brian May y representó el segundo peldaño a la fama de Mel Gibson después de destacar en su papel de patrullero de carretera en la futurista "Mad Max" (1979) de George Miller.

martes, 27 de septiembre de 2011

Soldados de Salamina


AÑO
2003

DIRECTOR
David Trueba

GUIÓN
David Trueba (Novela: Javier Cercas)

MÚSICA
Varios

FOTOGRAFÍA
Javier Aguirresarobe


PRODUCTORA
Lolafilms / Fernando Trueba P.C.

SINOPSIS
Una novelista que ha abandonado su carrera de escritora rastrea una historia real sucedida en los últimos días de la Guerra Civil: el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas fue fusilado junto a otros cincuenta prisioneros, pero logró huir por el bosque y esconderse bajo la lluvia. Al parecer un soldado de los que peinaban la zona en su busca lo encontró, pero le dejó escapar. La escritora recompone las piezas de esta historia, plagada de contradicciones y personajes enigmáticos. En su búsqueda, sin saberlo, no sólo persigue encontrar la verdad, sino encontrarse a sí misma.


Tras su espléndida "La buena vida" (1996), David Trueba arriesgó con una tragicomedia en la que no sabías si reir o llorar. Se titulaba "Obra maestra" (2000), y aunque el propósito del joven director era justamente que riéramos y lloráramos a partes iguales, lo cierto es que no pasó de ser un tropezón indefendible soportado por un reparto comercial. "Soldados de Salamina" supone pues la postergada confirmación del talento cinematográfico innato de un tipo que ha mamado cine. Desterrado cualquier atisbo de comedia, este drama -adaptacion de la novela de Cercas- propone una búsqueda interior y exterior de una joven periodista -Ariadna Gil- que funciona en todos los frentes. Sólo pierde una batalla: la relación de Gil con María Botto -gran actriz- se apoya en escenas magníficas pero se queda "a medio cocinar" (perdonen lo fácil del chiste), no porque no satisfaga mis deseos masculinos más ocultos, sino porque su sentido y desenlace resultan confusos en una historia que, curiosamente, en su versión novelada está protagonizada por un hombre. El resto es buen cine con acertadas dosis de intriga, espléndida recreación de la Guerra Civil -incluso se hace corta- y un final sentimental que llega a emocionar... que los Trueba saben muy bien cómo se conquista al público.



"Soldados de Salamina" recoge el testimonio de los fusilamientos en Cataluña donde el miembro fundador de la Falange Española, Rafael Sánchez Mazas, consigue escapar por los pelos, y gracias a un soldado repúblicano que no le delata cuando se esconde en el bosque, se salva de la muerte. Primero tengo que decir que soy vasco, y ser vasco y joven implica ciertas cosas, al menos, en mi caso. Naturalmente, yo era un chaval cuando me tragué todos los dogmas de la izquierda, además de los dogmas del nacionalismo vasco. Franco, evidentemente, fue un ser despreciable para nuestro pueblo, ya que a lo largo de toda la historia fue la única época que lograron que el euskera se prohibiese, algo que ni los romanos consiguieron.Con esta premisa, llegas a pensar simplemente que los repúblicanos son los buenos y los franquistas son los malos. No obstante, el tiempo hace su trabajo, y a medida que fui adquiriendo más y más cultura, me percaté que pensar así era de gilipollas. Pero, claro, entiendan que en el ambiente euskaldún que yo vivía decir que los etarras eran igual que Franco era un suicidio social. Todos los pueblos tienen dogmas y mitos, y la nuestra pues también. Creo que además los mitos son necesarios para unir a la gente y crear algo de verdad en común.Ahora sé que la realidad siempre es más compleja que el eterno maniqueísmo; sé que el caudillo ni siquiera fue un fascista, como tampoco fue un carlista. Siempre pensé que la derecha estaba unida, pero estaba muy equivocado. Franco traicionó a los fascistas, igual que a los carlistas, al tener distintos puntos de vista sobre el régimen que debían construir.Las heridas que se abrieron en la guerra todavía persisten, por el tema de las fosas, por ejemplo, pero la gente mira al futuro. Como anécdota de la reconciliación, os comento que en el pueblo de Ardales en la provincia de Málaga gobiernan juntos la Izquierda Unida y la Falange Auténtica. Ver para creer, amigos. En definitiva, se nos cuenta una buena historia, que huye de maniqueísmos tontos, y a pesar de no ser un peliculón, vale la pena visionar.



Adelante mi amor



Film de Mitchell Leisen (1899-1972), uno de los que realiza en sus años de plenitud (1937-47). El guión, de Charles Brackett y Billy Wilder, desarrolla una historia original de Benjamin Glazer y Hans Székely (John S. Toldy), adaptada por Jacques Théry. Se rueda en los platós de Paramount Studios (Hollywood), salvo algunas tomas en escenarios naturales de la costa deCalifornia) y de los alrededores de Burgos. Nominado a 4 Oscar, gana uno (argumento original). Producido por Arthur Hornblow Jr. para Paramount, se estrena el 16-X-1940 (EEUU).La acción dramática, que se extiende a lo largo de un año (julio 1939-julio 1940), tiene lugar en el penal de Burgos, París, a bordo del trasatlántico S.S. Athenia y la costa oriental de Irlanda. Augusta “Gusto” Nash (Colbert) es una joven periodista con ambición de progresar como profesional de la información. Consigue con engaños que las autoridades españolas indulten a un ciudadano norteamericano condenado a muerte el piloto de las Brigadas Internacionales Tom Martin (Milland). Ella es fuerte, decidida e independiente, de acuerdo con el modelo de mujer que admira Leisen. Es pequeña de estatura, elegante, vivaracha y de ojos saltones. Él ha trabajado como piloto en la aviación comercial, acrobática y militar. En ésta ha demostrado pericia y eficacia: ha derribado 12 aviones enemigos. Es idealista, enemigo de las dictaduras y defensor de la libertad.El film suma comedia, drama, romance, guerra y aventuras. No se estrena en España a causa de la censura, que no admite las críticas al régimen franquista de la primera parte. Los diálogos son ricos en ironía, sarcasmo y mordacidad. Hace uso de lances chaplinescos (golpes en la cabeza con un jarrón, con un bolso...). Añade burlas ostentosas de dirigentes nazis, a alguno de las cuales compara con roedores, y del saludo nazi. Explica en tono crítico extravagancias, manías y obsesiones de personajes públicos (prohibición a las mujeres de llevar los labios pintados) y fobias (número 13). Propone prácticas absurdas que encierran burlas a las costumbres americanas y francesas (extraños cócteles de champaña con crema de menta). Entre bromas y chanzas demuestra la afición de los guionista y del film al cine (“El cine es el cielo, el paraíso”), sus actores de moda (Clark Gable, Dorothy Lamour...) y personajes de ficción (Flash Gordon). Sin dejar el tono irónico, elogia la música de los grandes compositores (“La flauta mágica”, de Mozart), la popular y de baile (“No hay nada como los sentimientos que provoca una canción”). Se burla de los títulos acaramelados y cursis de las canciones de moda (“Amante de mis sueños”, “Cherie”...).

Se mofa mediante imágenes de la vacuidad de las conversaciones de la gente elegante. Se burla de las burlas (la de Lord Kettlebrook). Recurre a las confusiones y los malentendidos. No olvida las referencias sutiles al sexo, al amor de ocasión, al deseo y a la aventura amorosa. Incorpora mediante trazos rápidos y elípticos situaciones de lucha de sexos, de las que el varón suele salir mal parado. No faltan referencias irónicas a la cocina francesa y a algunos de sus platos más populares (“crepes suzette”).No faltan las persecuciones vertiginosas de coches, tan del gusto de Billy Wilder. Las acompaña de una persecución, no tan conseguida, de aviones en vuelo. Acusa al gobierno norteamericano de imprudente y falto de decisión. Reclama su intervención directa en la IIGM. Acusa a los alemanes de criminales de guerra. No emplea palabras para ello: recuerda la acción criminal del hundimiento (3-IX-1939) de un buque civil y desarmado de pasajeros. A causa del incidente murieron 98 personas. Fue el primer buque hundido durante la IIGM.Digno de destacar es el trabajo de Leisen, que conduce el film con elegancia, sutileza y ambigüedades que dejan abiertas las interpretaciones al juicio más o menos malicioso del espectador. Consigue una difícil combinación de comedia y drama, en la que abunda el humor en un marco dominado por la presencia permanente de la amenaza de guerra. Añade pinceladas fantásticas, como la del París de las luces y la conversación de la pareja protagonista en el bosque de Compiegne. La película, obra de numerosos colaboradores y poco conocida en España, resulta entretenida, divertida y entrañable.Son escenas para el recuerdo la conversación de Tom con el confesor franciscano, la espera de Tom en el bar Magenta, la visita de Phillips a Augusta en la habitación del hotel, la secuencia del bosque y otras.La banda sonora, de Victor Young, ofrece una partitura que suma melodías de ambiente, fragmentos lúdicos, cortes alegres y pasajes dramáticos. Invita al espectador a tararear o cantar con Claudette Colbert la canción (“Dream Lover”), estrenada y puesta de moda por Lubitsch en “El desfile del amor” (1929). Suena un largo pasaje de la canción “Perfidia”, publicada en 1939 y popularizada por Xavier Cugat. El “Main Tittle” es de Friedrich Hollander y algunos fragmentos de la música adicional son de Leo Shuken. La fotografía, de Charles Lang (“Encuentro en París”, Quine, 1964), en B/N, ofrece movimientos de cámara precisos y oportunos, que culminan en un emocionante desplazamiento descendente de grúa en el patio interior del penal de Burgos. Añade en transparencias tomas breves del paisaje exterior de las proximidades de Burgos y de la mole del Castillo de Burgos.



TÍTULO ORIGINAL
Arise, My Love
AÑO
1940


GUIÓN
Charles Brackett & Billy Wilder (Historia: Benjamin Glazer & John S. Toldy)

MÚSICA
Victor Young

FOTOGRAFÍA
Charles Lang Jr. (AKA Charles B. Lang Jr.) (B&W)


PRODUCTORA
Paramount Pictures

PREMIOS
1940: Oscar: Mejor historia. 4 nominaciones

SINOPSIS
Año 1939. El americano Tom Martin, que luchó con los republicanos en la Guerra Civil Española, espera el día de su ejecución. Pero una reportera que busca una exclusiva le ofrece ayuda para escapar. Drama basado en las relaciones entre una periodista y un aviador tras la guerra civil.

Fuego en la nieve



William A. Wellman fue capaz de hacer un peliculón del que sin duda han bebido "Platoon" y "Salvar al soldado Ryan". Pero sobre todo recuerda, y mucho, a la sensacional serie "Hermanos de sangre".Esta no es la típica película al uso de la época. Ni aventurillas de comandos ni misiones para fardar. Es una bélica que hace honor al género.Cuenta la batalla de las Árdenas desde el punto de vista de un pelotón de la 101ª División Aerotransportada. Este pelotón pasó a la historia como The battered bastards of Bastogne (Los apaleados bastardos de Bastogne). Vamos, que el mote no se lo ha inventado Tarantino.Como siempre, Wellman retrata la condición humana con acierto y cercanía. Y encima es bastante fiel a la realidad. Porque sí, en la batalla de las Árdenas cayó una nevada impresionante. Y sí, habían infiltrados alemanes con uniforme aliado. Era una misión que encargó Hitler al rescatador de Mussolini, Otto Skorzeny, y que causó bastante confusión.Nadie como Wellman para combinar realismo y entretenimiento. A éste hombre no se le ha reconocido su maestría. Señal de que realmente era bueno.Muy recomendable para los que les gusten los film bélicos.



TÍTULO ORIGINAL
Battleground
AÑO
1949

DIRECTOR
William A. Wellman
GUIÓN
Robert Pirosh
MÚSICA
Lennie Hayton
FOTOGRAFÍA
Paul Vogel (B&W)


PRODUCTORA
Metro-Goldwyn-Mayer

PREMIOS
1949: 2 Oscars: Mejor historia, fotografía (B&N). 6 nominaciones

SINOPSIS
En diciembre de 1944, para detener la gran ofensiva alemana sobre Bélgica y Luxemburgo, un grupo de soldados norteamericanos de infantería combaten en la "Batalla de las Ardenas".